El trauma afecta a la mitad de los jóvenes de EE. UU.
Casi la mitad de los niños y adolescentes estadounidenses se han enfrentado a al menos una experiencia traumática, como la muerte de uno de sus padres, ser testigo de un crimen violento o vivir con una persona que es suicida o que abusa de las drogas o del alcohol, revela una nueva investigación.
Esos eventos pueden provocar unos niveles altos de estrés, que pueden tener unos efectos graves y duraderos en el desarrollo, la salud y el bienestar general de los jóvenes, según los investigadores de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad de Johns Hopkins.
Pero anotaron que una crianza efectiva, unos vecinos serviciales, unas escuelas implicadas y enseñar a los niños la manera de tener resiliencia pueden ayudar a reducir esos efectos nocivos.
“Todo niño merece un inicio saludable”, enfatizó Richard Besser, presidente y director ejecutivo de la Robert Wood Johnson Foundation, que financió la investigación. “Un hogar amoroso, una buena escuela, un vecindario seguro… esas cosas son la base de una vida larga y feliz, pero demasiados jóvenes no las tienen”.
“Con demasiada frecuencia, los niños y adolescentes experimentan un trauma que puede resultar devastador”, lamentó Besser en un comunicado de prensa de la Robert Wood Johnson Foundation.
“Pero el trauma no tiene que definir necesariamente la trayectoria vital de un niño. Pueden ser increíblemente resilientes”, añadió. “Con unas políticas que ayuden a las familias a criar unos niños sanos, y la presencia constante de adultos amorosos en sus vidas, podemos reducir el impacto del trauma en la salud de los niños, y ayudarlos a prosperar ante la adversidad”.
En general, un 46 por ciento de los niños y adolescentes de EE. UU. se han enfrentado a al menos una experiencia traumática, y más de un 20 por ciento han sufrido al menos dos, encontraron los investigadores de la Hopkins.
Al observar a los estados de forma individual, el análisis encontró que un 40 por ciento de los niños y adolescentes de todos los estados habían experimentado al menos un trauma, y en 16 estados al menos un 25 por ciento de los niños y adolescentes habían experimentado un mínimo de dos.
Los hallazgos provienen de un análisis de datos de la Encuesta nacional de salud infantil de 2016, realizada por la Iniciativa de Medidas de la Salud Infantil y Adolescente de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad de Johns Hopkins. El análisis aparece en la edición de septiembre y octubre de la revista Academic Pediatrics.
Los niños y adolescentes que sufren un trauma se enfrentan a un riesgo más alto de problemas de salud a largo plazo, lo que incluye fumar, el alcoholismo, la depresión y enfermedades cardiacas y hepáticas.
Los investigadores encontraron que un 33 por ciento de los niños que sufrieron dos o más eventos traumáticos tenían una afección de salud crónica que ameritaba una atención especializada, en comparación con un 14 por ciento de los niños que nunca experimentaron un trauma.
Anotaron que el trauma no discrimina, y que afecta a niños de todas las razas, etnias y procedencias socioeconómicas. En general, más o menos un 40 por ciento de los niños blancos, un 51 por ciento de los niños hispanos, y un 64 por ciento de los niños negros experimentaron uno o más eventos traumáticos, encontró el estudio.
Los eventos traumáticos fueron más comunes en las familias de bajos ingresos, y afectan al 62 por ciento de los niños cuyos ingresos familiares eran inferiores a la línea federal de la pobreza, en comparación con un 26 por ciento de los niños de familias con ingresos altos.
La edad a la que los niños y adolescentes se enfrentan a un trauma importa, según los investigadores.
Los niños en edad preescolar que tuvieron al menos dos experiencias traumáticas tenían más de cuatro veces más probabilidades de tener problemas con la gestión de las emociones, por ejemplo para permanecer calmados, evitar las distracciones y hacer amigos. Por otra parte, los niños y los adolescentes de 6 a 17 años de edad que se enfrentaron a al menos dos eventos traumáticos eran el doble de propensos que sus pares a no estar implicados en la escuela, mostró el estudio.
“Los eventos traumáticos no afectan solo al niño o adolescente individual: las familias, los vecindarios y las comunidades soportan las consecuencias de esas circunstancias difíciles, que se acumulan con el tiempo”, aseguró Christina Bethell, de la Iniciativa de Medidas de la Salud Infantil y Adolescente. “Si el estrés y el trauma sin sanar de un niño conduce a que se comporte mal en clase, otros niños del aula y el profesor sienten esa perturbación”.
“Esos impactos requieren la sanación del trauma a nivel familiar, comunitario y social”, aseguró.
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